Tras mucho tiempo queriendo escribir no podía demorarme más. Es uno de esos días, el de hoy, en el que sientes la inspiración y deseo de sentarte y soltar gran cantidad de experiencias e ilusiones. Tantas, que obligan a reducirlas en pequeñas dosis, lo que resulta más difícil sintetizar su esencia y muchas pueden caer en el olvido. Sin tan siquiera darme cuenta, el mes de agosto vino acompañado de un billete con destino a Benidorm. Miento, varios billetes. Coger el tranvía cada día era algo que pensaba no me iba a alterar ni pizca mis emociones, pues llevaba casi un año cruzando estaciones, validando tarjetas, recorriendo vías. Sin embargo, me he dado cuenta de que las experiencias no las crea el viajero, sino el viajante. Yo, la viajera, observo cada día a los viajantes. Ellos, cada día unos, viven su vida, reflejando parte de ella en mi imaginación. En cuanto vaya teniendo huecos, iré relatando estos momentos, que sin duda forman parte de la inspiración para escribir estas líneas. El empujón a escribir aquí hoy y no mañana me lo ha dado Albert Espinosa. Gracias, Albert. Estoy disfrutando como nunca de las últimas páginas de 'Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo', y estoy reconociéndome a mí misma. A mi estilo de escritura, a mi forma de pensar, de imaginar. Me estoy encontrando. Aunque siempre he dicho que no busco mi sitio, cierto es que en ocasiones he deseado encontrarlo. Pero tan sólo ha sido un deseo fruto de la debilidad del pensamiento, que se deja llevar por la empatía hacia alguien o hacia algo, y hace tambalear las cuerdas que se encuentran amarradas a tus objetivos. Como si de un funambulista se tratase,y en él la empatía hace que se imagine una barandilla sobre la que apoyarse, para no caer. Un alto en el camino para volver a dar pasos.
Como preveía, el reloj me aprieta y no tengo los minutos que quisiera para seguir escribiendo, aunque lo tendré. Por lo pronto, voy a escribir en otro lugar en que también me siento bien. En el diario.