Siento que la necesidad de escribir aparece y desaparece en mí en cuestión de minutos. A veces, cuando siento la inspiración y no estoy frente a mi ordenador, llego a casa y tal ilusión no es tan fuerte como lo era minutos antes. Puede que ni tan siquiera pasen más de diez minutos, pero pasan. Y se llevan las ganas que tenía por describir aquello que me fascinó por un instante. Sin embargo hoy no ha sido así. Me gustan las excepciones, a pesar de que ello conlleve admitir que existe una 'norma general' de comportamiento. Ayer comencé con mi tercera y última adquisición de otra joyita más de Albert Espinosa, 'El mundo amarillo'. Su primer libro de entre los tres que tanto me fascinan -hablo en presente, pues sigo releyendo páginas al azar, y sigo sintiendo la misma sensación placentera que cuando leí las frases la primera vez- me tiene completamente absorbida. Creo que busco cualquier motivo para coger el metro, sentarme, y ponerme a leer. Me siento tan bien cuando leo viajando... Es una sensación muy extraña con la que me gusta lidiar. A veces tardo unas cuantas paradas a sentarme, y aún así, disfruto leyendo de pie. De vez en cuando por el rabillo del ojo observo a ese niño que no deja el culo quieto el asiento que tan grande le viene. Le sobra silla de nalgas tanto izquierda como derecha hacia afuera. Sin embargo el niño no para de moverse, bajarse, ponerse de pie... La madre le riñe sin conseguir nada. La 'nonna' -iaia, abuela, y sus variantes en castellano- le da un caramelo, la chica que tengo a mi lado se ríe con la escena, yo sonrío al peque y vuelvo a lo mío... Es curioso que ni las cosas que más me gusten puedan sucumbir a mi atención, me distraigo muy fácilmente. En realidad creo que es algo bueno, pues lo que me distrae acaba siendo siempre algo también interesante. Vuelvo a Albert. A sus palabras, y me imagino tantas cosas, tantas ilusiones hechas y por hacer, tantos propósitos, que temo que el descontrol se apodere de mí y se haga visible entre los pasajeros del metro. Y por eso al llegar a casa he saciado dos de mis necesitados deseos, escribir aquí, y en el papel. No sé porqué no lo había vuelto a hacer, escribir un diario. Me encantaba hacerlo de pequeña, y, me sigue encantando ahora, de pequeña también. El espacio, más personal que este blog, recoge tantos momentos... Esos que me han hecho sentirme alegre hoy, como la video llamada tan especial de una amiga, todavía más especial es ella-, como esos momentos que han hecho que mi mente contara, irritada, hasta diez antes de cabrearme por las risas y juegos infantiles de un joven en clase.
Hoy es buen día para ello, me gusta el número 13.
No cojas la cuchara con la mano izquierda.
ResponderEliminarNo pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar.
Un saludo! ;)