sábado, 26 de enero de 2013

El insomnio es para valientes

Tenía un libro entre mis manos. Ya era tarde, lo suficiente como para que el reloj ya no me importara. Acobijada sin ser arropada, metida en la cama, enfundada con mi perfectamente imperfecto pijama. La parte de arriba yo, la de abajo ella. Yo aquí, ella en casa. Tenía un libro entre mis manos, y ya había desconectado de ese mundo que me acerca al otro lado del charco a través de una pantalla. Tenía un libro entre mis manos, como cada noche. Cada madrugada, línea a línea voy leyendo, y ellas me empujan al cierre de los ojos. Hacia el dulce sueño, hacia ese momento que rápido pasa y que a su paso trae el despertar de mañana. Sin embargo esa noche las palabras no hacían más que mantener una llama en mi cabeza. Cada frase anterior me enganchaba a su siguiente. Cada punto y aparte se convertía en punto y seguido. A cada punto y seguido se sumaban dos tras él. Los ojos más abiertos, la noche más cerrada. El reloj olvidado, de los silencios menos preocupada. Mi cuerpo quizá sí, pero mi mente ya no se encontraba entre sábanas cálidas, entre almhoadas frías. Esta vez ya no rebuscaba entre mis recuerdos, ya no discutía con mi ego, ya no callaba a mi Pepito Grillo. Esta vez el insomnio trató de sorprenderme, pero me cogió con un libro entre las manos.

lunes, 14 de enero de 2013

Que quitan el sueño

Volver a hacerlo. El sorprenderte a ti mismo. Ayer lo volví a hacer. No sé si para bien o para mal, pues las lágrimas brotaban impidiendo que pudiera conciliar el sueño. Y es que, mientras escuchaba algo de música en la cama, en mi móvil saltaron las grabaciones que guardo en el desde hace algo menos de un año. Saltó su voz. La voz de alguien que ya no está de la misma forma que entró en mi vida. ¿Por qué tengo la sensación de que la amistad está socialmente infravalorada? Yo echo de menos una amistad increíble. Una amistad que comenzó hace más de una Iralnda, un Milán y una Barcelona. Me consuela en parte saber que a ella todo le va bien. Pero maldita sea, la echo de menos. Entre tanto, escuchaba su voz. Cuán genial es reír y llorar a la vez. Y es que, si la nostalgia me invadía, sus mensajes me provocaban carcajadas. Recuerdo que hablábamos de cualquier cosa, absurda o no, de estupideces, de detalles, de la vida. ¿Alguien ha intentado alguna vez enviarte fuerza allí adonde estés? ¿Así como '10 kilos, 20 euros'? Destino Milán...
Me encanta pensar que cada persona tiene para cada uno una canción. Que así será más dif'icil de olvidar. Porque la música, ese arte que acompaña nuestra vida, la hace más especial, más difrutable, más mágica. Por eso, mientras escribía estas mismas palabras en papel y casi a ciegas, sonaba L.A., sonaba The Beauty of Grey, sonaba Maggie May. Sonaban y yo lloraba feliz. A veces me gusta creer que no soy yo la única que recuerda. Pero, ante el miedo a la negativa, mi mente no cuestiona. Simplemente esa idea pasa de puntillas y sin hacer ruido por mi cabeza.
Qué necesarios son los amigos, hasta para sentir que necesitas estar solo.