martes, 19 de marzo de 2013

La nuestra

Es una de esas mañanas de camino al cole. Vamos en el coche, escuchando la radio como solíamos hacer, y tú cambias de emisora para que yo pueda escuchar algo de música antes de entrar a clase. Y, de repente, suena. Nos miramos, me sonríes te sonrío y nos callamos. Seguimos a lo nuestro, pero ambos sabemos que el uno está pensando en el otro, y el otro en el uno. La canción es nuestra. Y lo es desde que un día, mucho tiempo atrás, yo te revelé algo. Emocionada, te dije 'escolta, papà, escolta el violín d'aquesta cançò, es màgic, m'encanta...' Desde aquel entonces, compartimos cientos de momentos tan iguales como únicos. Tan automáticos como irrepetibles. No pensaba escribir hoy, ya sabes, me ponen nostálgica estos días. Estas celebraciones que, lejos de darme horas de descanso, me ponen más nerviosa, me inquietan. O, como tú me dirías, me hacen estar 'ociosa'. No pensaba escribir, decía. Un Skype para felicitar a ti y a mamá, nada más especial que lo habitual. Porque especial ya lo es desde el primer 'bon dia perli' de cada mañana escrito a tantísimos abrazos de distancia. Aunque no lo pensaba, ya está escrito, la morriña ha podido conmigo. Y, es que, Maggie May ha saltado en mi Spotify. Y en mi cabeza he vivido segundo a segundo esa escena de la que hablaba. Perdóname por querer que se acabara cuanto antes, a pesar de necesitar escucharla hasta la nota final, pero soy un envase muy pequeño, y la melancolía estaba a punto de desbordarme.

lunes, 11 de marzo de 2013

Morada

Si me pidieran tan sólo una palabra para ella, morada.
Inteligente, diferente, soñadora, morada. A veces arriba, a veces abajo. Muy ilusa, muy vaga. Pero para lo que no le interesa. Si se siente segura, lo notarás, si se siente incómoda, también. Porque ella no se lo calla, no se calla. Ella no habla, sino relata. No grita, es su voz que tiene garra, es una as de la baraja, se la sabe de memoria. Dice lo que quiere porque siempre tiene algo que decir y, si no lo tiene, se lo inventa y te lo cuenta. Cuando cuenta canta cuanto cuenta, y te lo cuenta y te lo canta y a la quinta, tú cantas con ella. Con más lágrimas que el mar, con más noches que la Luna. Ella por sí misma brilla, pero brilla para ti y a veces hasta por ti. Otras sin embargo porque sí, y es capaz de no encontrarse en la más completa oscuridad. De perderse entre la luz, de llegar al sol, de alumbrar Japón. Se pierde, pero está. Puedes ver, si te acercas a ella, sus dos tiras moradas mezclándose con el resto de su cabello, la goma -qué si no morada-, del pelo con la que lo apresa, en su muñeca. Morada y enamorada. Por su dulce vicio, de su amargo placer. De la vida que le espera, de cualquier tipo de ser. De cualquier tipo de piel. De color morado. Como todo lo que rodea su cuello, como lo que cubre sus pies. Morada de remate, morada en cualquier parte pero siempre, morada con mucho arte.