lunes, 2 de diciembre de 2013

Vientos de acordeón

Las alfombras rojas ya cubren las hojas que el otoño esparce por el suelo. El olor de las castañas traen de vuelta, como cada año, ese anticipo de las Navidades en casa. El frío se cuela por el hueco que mi pelo levanta, centímetros entre el gorro y mi oreja. El helor me produce escalofríos, que me recuerdan a ese momento en el que abro los ojos y pienso en lo que pienso cada día cuando abro los ojos. Y cuando los cierro y paso de soñar despierta a soñar dormida. Con los mofletes rojos y caminando a pequeños saltos, llego a la oficina que ya me falta sin haber subido todavía a ese avión. Antes de llegar al calor artificial de una casa vacía, el metro me lleva en dirección opuesta y al ritmo de un acordeón de fuelle cansado. Inclinando la cabeza hacia atrás, en medio de la plaza y frente al Duomo, miro hacia el árbol de Navidad, todavía sin adornos, verde, desnudo. Soy tan pequeña frente a él. Miro su copa apenas segundos antes de que las estrellas me hayan eclipsado en la inmensidad de la noche milanesa.

martes, 17 de septiembre de 2013

De Irlanda a Milán

No recuerdo haber estado nunca tan feliz.
Es un buen comienzo.

Volví el 31 de mayo de Irlanda, en donde conviví y trabajé como au pair durante nueve largos meses con una familia que, amén de intentar que yo me sintiera como una más de la familia, tenía tres pequeñajos a los que echo mucho de menos. Me trataba muy bien, aunque a veces se excedía en tareas que encargarme y bien podría haber abandonado antes la experiencia, puesto que el lugar no era el más indicado para poder relacionarme con autóctonos. Más bien lo hacía con el entorno animal; las vacas, los caballos, eran mis vecinos. Decidí cumplir con el compromiso de los nueve meses que habíamos apalabrado a través de skype meses antes de ir, con la premisa de 'total, en España tampoco tengo mucho mejor que hacer (todavía)'. Y así fue. Regresé con las ganas de reencontrarme con ella. Esa piscina de la universidad que tantísimo me gusta. Y con ellos. Esos monstruitos de la Escuela de Verano que no hay día que no te saquen más de una sonrisa. El verano ha dado para mucho más, pero eso me lo reservo, y apunto que ha sido increíble. 

Ya en junio recibí el aviso de que me habían concedido la Beca Leonardo da Vinci  –prácticas internacionales– y que mi país destino era Italia. La bella Italia. Tendría la oportunidad de volver a este país del que siempre he estado enamorada. Además, meses después, me dijeron que volvía a Milán. Y, desde que hice la estancia Erasmus hacía ya un año, había querido rehacer el sabor de boca que me dejó la experiencia, no demasiado buena.

Pero ahora estoy aquí. Y, desde que pisé Milán, las huellas pasadas se han ido borrando sin apenas darme cuenta. El mismo lugar, la misma gente, el mismo aire, y sin embargo, me parecía una ciudad totalmente desconocida. Jamais vu, que lo llaman, el fenómeno opuesto al déjà vu. 

Hasta ayer, todo era casi perfecto. Remarco ese 'casi'. Pero ayer lunes comenzaban mis prácticas y, como era de esperar, pasé la noche medio en vela. Cerraba los ojos pero no dormía, y así durante horas.  La UAB (Universidad Autónoma de Barcelona) no nos había dado mayor información a Eva –otra chica española que también realiza las prácticas en Milán en la misma empresa que yo–, y a mí sobre nuestro nuevo lugar de trabajo. Tan sólo que se trataba de una empresa de comunicación online en la que deberíamos ayudar con tareas de este ámbito. Llegó la mañana y, para nuestro asombro, descubrimos que la empresa la forma una sola señora. También existe la publicación en papel, pero su edición no se realiza en la oficina en la que nos habían destinado, así que allí nos encontrábamos las dos ragazze, delante de una capo que nos preguntaba que a qué queríamos dedicar el período de prácticas. Pensamos que era una tendida de mano, una primera toma de contacto para hacernos sentir más cómodas, pero esta idea se esfumó cuando nos preguntó qué horario queríamos tener, y que cuánto tiempo teníamos pensado quedarnos allí. La falta de profesionalidad todavía no nos había abatido el ánimo del todo, y nos pusimos a indagar un poco en estas prácticas en las que habíamos puesto toda nuestra ilusión. Efectivamente, la empresa se dedicaba a la gestión de una página web de un diario, pero esta amable señora se dedica a actualizar la información que ya viene predeterminada en la web. ¿Y nuestra tarea? Ayudarle a poner al día el archivo. Ni más ni menos. Un trabajo que difícilmente nos va a satisfacer ni a dar ningún progreso en nuestra formación profesional. Porque estas prácticas son de primer curso de carrera, no son para un licenciado en Periodismo. Yo no esperaba que me dieran un micro o que me pusieran delante de una televisión, pero sí esperaba poder aprender de profesionales que trabajaran más de cerca con la actualidad informativa.

Así pues, transmitimos esta situación a la UAB, puesto que tampoco sabemos si ella está al corriente de dónde ha mandado a sus alumnos: a realizar una estancia de prácticas que se aleja bastante de una experiencia enriquecedora. Su respuesta, esperar dos semanas a ver cómo evoluciona la situación. Poco satisfactoria aunque con la esperanza de que, si en dos semanas la cosa no cambia, hay una pequeña posibilidad de cambiar de empresa, si se logra encontrar una que acepte la acogida.

Ecco qua.

martes, 19 de marzo de 2013

La nuestra

Es una de esas mañanas de camino al cole. Vamos en el coche, escuchando la radio como solíamos hacer, y tú cambias de emisora para que yo pueda escuchar algo de música antes de entrar a clase. Y, de repente, suena. Nos miramos, me sonríes te sonrío y nos callamos. Seguimos a lo nuestro, pero ambos sabemos que el uno está pensando en el otro, y el otro en el uno. La canción es nuestra. Y lo es desde que un día, mucho tiempo atrás, yo te revelé algo. Emocionada, te dije 'escolta, papà, escolta el violín d'aquesta cançò, es màgic, m'encanta...' Desde aquel entonces, compartimos cientos de momentos tan iguales como únicos. Tan automáticos como irrepetibles. No pensaba escribir hoy, ya sabes, me ponen nostálgica estos días. Estas celebraciones que, lejos de darme horas de descanso, me ponen más nerviosa, me inquietan. O, como tú me dirías, me hacen estar 'ociosa'. No pensaba escribir, decía. Un Skype para felicitar a ti y a mamá, nada más especial que lo habitual. Porque especial ya lo es desde el primer 'bon dia perli' de cada mañana escrito a tantísimos abrazos de distancia. Aunque no lo pensaba, ya está escrito, la morriña ha podido conmigo. Y, es que, Maggie May ha saltado en mi Spotify. Y en mi cabeza he vivido segundo a segundo esa escena de la que hablaba. Perdóname por querer que se acabara cuanto antes, a pesar de necesitar escucharla hasta la nota final, pero soy un envase muy pequeño, y la melancolía estaba a punto de desbordarme.

lunes, 11 de marzo de 2013

Morada

Si me pidieran tan sólo una palabra para ella, morada.
Inteligente, diferente, soñadora, morada. A veces arriba, a veces abajo. Muy ilusa, muy vaga. Pero para lo que no le interesa. Si se siente segura, lo notarás, si se siente incómoda, también. Porque ella no se lo calla, no se calla. Ella no habla, sino relata. No grita, es su voz que tiene garra, es una as de la baraja, se la sabe de memoria. Dice lo que quiere porque siempre tiene algo que decir y, si no lo tiene, se lo inventa y te lo cuenta. Cuando cuenta canta cuanto cuenta, y te lo cuenta y te lo canta y a la quinta, tú cantas con ella. Con más lágrimas que el mar, con más noches que la Luna. Ella por sí misma brilla, pero brilla para ti y a veces hasta por ti. Otras sin embargo porque sí, y es capaz de no encontrarse en la más completa oscuridad. De perderse entre la luz, de llegar al sol, de alumbrar Japón. Se pierde, pero está. Puedes ver, si te acercas a ella, sus dos tiras moradas mezclándose con el resto de su cabello, la goma -qué si no morada-, del pelo con la que lo apresa, en su muñeca. Morada y enamorada. Por su dulce vicio, de su amargo placer. De la vida que le espera, de cualquier tipo de ser. De cualquier tipo de piel. De color morado. Como todo lo que rodea su cuello, como lo que cubre sus pies. Morada de remate, morada en cualquier parte pero siempre, morada con mucho arte.

jueves, 21 de febrero de 2013

De ésas pero de ninguna

Puedes intentar sorprenderla y, cuando lo hagas, ella será la que te sorprende a ti. Hay personas con las que sientes que algo idéntico a lo propio fluye por sus venas. Ella es una de ésas, pero de ninguna. Cada persona es especial de forma distinta, pero ella es especialmente especial. Ella es una de ninguna, y a la vez, de las que asalta a tu pensamiento cuando menos lo esperas y esbozas una sonrisa al recordarla. De ninguna y a la vez, de las que piensas que no importa la cantidad de tiempo que la conozcas, ni la distancia que te separa de ella, que sientes conocerla intensamente. Imprecisa, sin fin. De ninguna y a la vez, de las que, si se enterara Tarantino, sus guiones llevarían su huella. O Tarantino, o Fincher, o Nolan. De las que protagonizaría aventuras, voltearía dramas, giraría romances, y rompería rimas. De ninguna y a la vez, de las que escuchando a los Kooks, se mueve en su propia dirección. De las que, sea Sunday o no, ella lo hace, ella se pone en tu lugar. De las que, esperando un sunny day, cuida de ella misma. Porque quiere. Ella es de ésas, pero de ninguna. De las que siendo tan pequeño el universo, te preguntas cómo pudo caber allí. De las que habla claro y siente espeso. De las transparentes, ella es agua. Ella es una de ésas y de ninguna. De esas que no luchan sino ganan, de las que no pierden sino aprenden. Ella no camina sino vuela, no duerme sino sueña. Dale una bici y pedaleará el mundo, dale unas zapatillas y correrá el cielo. Dale el mar y bañará la Luna. El hielo que congela el fuego, la llama que derrite el hielo. Mírale, y verás Granada.