sábado, 11 de diciembre de 2010

Arroz con costra

Ha pasado ya y apenas le vi llegar. Tras cuarenta minutos en ferrocarril, un transbordo en Plaza Cataluña para coger un metro dirección Estación de Sans y unas largas cuatro horas y cuarenta minutos de Euromed (no superadas por las cinco horas y cincuenta minutos que tardó el Talgo en devolverme a Barcelona), llegaba el sábado 4 de diciembre a las 22.40h a Alicante terminal. Mi padre me contó que antiguamente se le llamaba a esta estación Estación de Madrid. Yo volvía de Barcelona.
Y pisaba Elche. Después de exactamente dos meses en Bellaterra, llegaba la hija a casa y la acogida no pudo ser más efusiva. Abrazos en plena estación, los besos y las caras sonrientes de mis padres no tenían precio, mi equipaje quedaba en tan segundo plano que casi lo dejo olvidado entre la masa de viajeros que bajaba de los diferentes vagones.
Aunque a esas horas en un día normal estaría en la Vila calentándome el pijama en el radiador, esta vez mi móvil planeaba junto a los móviles de mis amigas la hora h y el lugar x donde poder vernos sin esperar a que pasara un minuto más desde que pisara tierras ilicitanas. Y así pasaron los minutos, las horas y los días, y ahora sigo en la Vila, calentándome la ropa antes de empezar el día.
Me he ido al final. Estos saltos de temporalidad son comunes en películas en las que no importa la linealidad narrativa, la continuidad, como en el caso de mi película.
Por eso flash-back y vuelvo a recordar a mis amigas el lunes 6 de diciembre, en el campo, digno de ser nombrado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, que con tanto cariño lo trabaja mi padre desde que el iaio marchó. Recuerdo también el día de antes, soplando velas en esa misma masía, cuando celebrábamos una fecha que fue especial hace 21 años. Como siempre, el plato típico no pudo ser otro que el arroz con costra que nadie mejor que mamá sabe preparar. Recuerdo a la gente que tuve tiempo de visitar y a la que no, las risas, y las sonrisas que dibujé en mi rostro y que tan intensas fueron que aún perduran. Por ello la nostalgia es el sentimiento que se apodera de mí estas semanas, estos días, estas horas, estos minutos. Porque espero con ansia a que llegue ese bendito día 23 de diciembre, y que me devolverá a mi vida ilicitana durante unas dos semanas navideñas.

Este año más que nunca, espero con ilusión la Navidad...

4 comentarios:

  1. Ya te queda menos... :) (cuando vuelvas querré un tupper con un poquito de ese arroz con costra eh... jeje) Mua!

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  2. Gracias Mateo! Eso está hecho, y verás como nunca has probado arroz mejor, o al menos, arroz con costra mejor :P jaja!
    mua!

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  3. Ayyy, amiga mía, que bien entendemos nosotras la nostalgia...
    Y cómo te comprendo yo, desde estas tierras lejanas, en un país que no es el mio y con una lengua que aún no acierto a comprender.
    Pero cada día que pasa queda un día menos para volver otra vez.
    Y piensa que el 31 nos veremos =)

    Te quiero, petarda.

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  4. "Ay amiga mía", cual carta desde tierras lejanas, y en un tiempo desconocido, habla la nostalgia esa a la que hacemos referencia... Habla la ausencia de esos días que inventábamos un plan espontáneo de McDonals y Galia... Cuánto te echo de menos, sí, "PETARDA". :)
    Yo también te quiero.

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