viernes, 3 de diciembre de 2010

Magia

La que transmiten los niños. Puede llegar a ser todo un chute de energía. Increíble. Increíble el hecho de que la perspectiva del día se ilumina y todo sale bien. Todo va bien, todo está controlado. Puede que haya sido la semana, que comenzó genial (¿porque terminó la anterior genial? Puede.). Nunca pensé que los buenos resultados llegaran tan pronto, lo que sí tengo muy presente es que desde que llegué, el esfuerzo ha sido enorme. Y vuelta a los niños. La clase de natación me da vida, me renueva. Sólo (sí, sólo, siento empatía por la antigua usanza) tendré esos tres cuartitos de hora -a remojo y de pícaras sonrisas-, dos días a la semana, pero serán suficientes, van a ser vitales. Jueves y viernes terminaré la semana ya no pensando en la soledad del fin de semana en la vila, sino que pensaré en el descanso que tomaré para cargar pilas y estar al 100% cada lunes. Cada martes, cada miércoles... ¿No pasa el tiempo vertiginosamente? Asusta, me asusta. Me asusta que pase el tiempo tan deprisa y que no pueda controlarlo, no encuentro el botón de stop. Dos meses en Barcelona y yo todavía creo que llegué ayer. En el tren es cuando da tiempo a pensar en ello, 40 minutos dan para pensar, y éso mismo es lo que hice el miércoles cuando bajé al café Zurich, donde un capuchino de unas rápidas dos horas me conectaron con el "culpable" de que yo sea hoy alumna de la Universidad Autónoma de Barcelona. Una visita ilicitana, una visita "familar" de mi profesor de la UMH.
¿Cómo es que el tren siempre dura 40 min. y ésta vez duró 10? No lo entiendo, no entiendo porqué el tiempo huye cuando estoy a gusto.

"Pero si vas tan rápido... No aceleres en el puente, que quiero disfrutar... En casa."

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