viernes, 6 de abril de 2012

Días iguales o días distintos

Días a los que el tiempo acompaña, pero acompaña vestido de gris, con humedad latente y ligeras brisas de aire que vienen y van. Esos días en los que parece que el mundo exterior sufre un parón y nada pasa. Nada pasa alrededor de uno mismo, en cambio todo le pasa a ese uno. Días en que te levantas y la taza de leche no está en el lugar en el que esperabas, el rollo de papel higiénico ya gastado permanece en su portador y nadie ha sido capaz de cambiarlo hasta que llegas. Pequeños detalles que pasan desapercibidos un día cualquiera, menos uno de estos días. Tu cabeza ya crea una conspiración, tu mente se ve atrapada por un optimismo a la inversa, que no solo cree firmemente que hoy 'si algo puede salir mal, saldrá mal', sino que además se niega a nadar corriente en contra. Es en esos días cuando las personas que te quieren te dan la colleja que te recuerda lo que debes hacer, pero la esquivas asintiendo con la mirada, y simplemente oyes palabras. Hasta que pasa. Pasa que la palmada en la nuca te la das tú mismo.

Todo, absolutamente todo me resulta mucho más difícil de lo que imaginaba. Decides emprender un camino en el que asumes que estarás acompañada en la distancia de las personas a las que quieres, personas que siempre han estado en tu vida. A esas personas, tus padres, tu hermano, se suman otras muchas que se han cruzado en ese camino. Pero resulta que los caminos se han marcado de forma diferente. Unos son de asfalto, otros de piedra, otros de arena... Por eso las personas también son diferentes según en qué punto del viaje las encuentres. Encuentras personas de tu mismo mar, y, aunque aparentemente es ese mar lo único que os une, un puente se construye mientras haces un alto en el camino. Un puente hecho de sensaciones que jamás habías experimentado, un puente en el que los recuerdos unen más que el cemento a los ladrillos que sostienen a un rascacielos. Y, paradójicamente, esa misma estructura es la que hace tambalear tus pilares que te llevaban a tu objetivo. Sabes que quieres llegar a la meta que te planteaste durante años, y sabes también que te gustaría probar el desvío, confiando en que 'todos los caminos llevan a Roma'. Roma, a 580 km de Milán... Cuando el desvío se vuelve peligroso, decides deshacer el camino y volver a la vereda, trazada en tu mente pero totalmente desconocida. Decides seguir persiguiendo tu objetivo, deseando que el desvío recuerde tus huellas para que en un futuro acoja de nuevo tus pasos. Un futuro en el que el desvío haya sido reconstruido, y ya no desemboque en callejón sin salida. También mi camino me habrá dado la madurez que necesito y la fortaleza que espero me caracterice.

Emprender un camino acompañado de las personas solo en la distancia es duro. Yo, ilicitana de corazón, que, como me dijo uno de los mejores profesores de la universidad que he tenido, 'tú eres daquí, dalaterreta, y llevas los rayos en las venas'. Por eso cuando el sol se esconde, a veces las fuerzas no encuentran el alimento para manifestarse y plantarle cara al cielo gris.

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho esta entrada Ade! Me siento identificado con la mayor parte del texto. Con tu permiso me quedo con esta frase [Por eso las personas también son diferentes según en qué punto del viaje las encuentres]

    Un saludo y un abrazo desde tierras ilicitanas!

    Rafael Coves

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  2. Muchísimas gracias Rafa!

    Lo he leído hoy, qué desastre! jajaja
    Espero que vaya todo genial, ahora mismo estaré también por esas tierras, tengo unas ganas...! :)

    Un abrazo, y gracias por leerme!! :)

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