domingo, 17 de junio de 2012

De melocotón

He sentido la necesidad. Ésa que te impulsa a escribir como si fuera la última carta que la joven que escribe a su soldado, esperando respuesta con el miedo a que un día llamen a su puerta con las pertenencias de su amado. Con esa pasión entregada en un cuantas lineas. Porque sé que vas a leer, en la distancia, y que la voz se te entrecortará conforme vayan tus ojos recorriendo de izquierda a derecha el ritmo de las palabras. Y es que, estando sumida entre apuntes, me levanté de la cama donde habitualmente estudio (y en la que tan acostumbrada estás a verme cuando pasas y miras de reojo a mi habitación) para tomar lo que ya era el almuerzo. Morder ese melocotón me ha hecho retroceder en el tiempo hasta esos veranos en Guardamar, a esa orilla de la playa en la que, al rededor de las 12, me dabas cada pedazo mientras yo jugaba entre las olas. Lo suficientemente ácido como para quejarme, lo suficientemente dulce para disfrutar comiéndomelo. ¿Recuerdas? Tú de pie frente al mar, yo tumbada levantando la cabeza para dar un mordisco, y el romper de las olas sacando nuestras mejores sonrisas, mamá.

'Madre e hijo en la playa', Joaquín Sorolla

2 comentarios:

  1. No he conocido a nadie con más amor hacia su familia que tú. Eso que me llevo. Suerte.

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  2. Uf, se me han puesto los pelos de punta cuando he leído esta frase.
    Muchas gracias! :)

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